Alberto Moreno |
IZQUIERDA COMO ANTÍPODA DE LA DERECHA ECONÓMICA Y POLÍTICA
En su expresión más amplia, la izquierda agrupa las corrientes políticas y sociales no conservadoras ni centristas que postulan el cambio del sistema político y social en un sentido transformador. Su sector más avanzado, definido y de largo alcance está asociado al socialismo, que es el caso del Partido fundado por Mariátegui. Sin embargo, teniendo al frente la hegemonía neoliberal que agrupa lo más conservador y reaccionario dentro como fuera del país, la izquierda adquiere en este contexto un sello definidamente opuesto al neoliberalismo y lo que representa hoy en los planos ideológico, político, económico, social y ético. De allí su amplitud y también sus límites.
Para fines de diferenciar matices se suele hablar de centro, centro derecha o centro izquierda. Ahora, abajo o arriba, en la versión de Ollanta Humala. Tales conceptos encubren las contradicciones de fondo en la sociedad y oscurecen el panorama político, facilitando la confusión y el engaño. Pongamos un ejemplo: el PPC se define de centro derecha y, sin embargo, es un promotor incondicional del neoliberalismo, la expresión política y económica más conservadora hegemonizada por las multinacionales y organismos como el FMI y el Banco Mundial, que está en la base de la crisis que sacude el mundo capitalista. Se puede decir otro tanto de Toledo, que ya gobernó para dar paso al segundo piso del edificio iniciado por Fujimori a partir de 1990. Ni qué decir del Partido Aprista, que desde posiciones socialdemócratas a involucionado en su segundo gobierno a una postura del más rancio derechismo económico y social.
Desde luego que en sociedades como la peruana, en la que el capitalismo no ha llegado a cristalizar sino como socio subordinado del imperialismo, sin resolver el problema de la nación, ni integrar su economía, ni forjar un mercado y un estado nacional y democrático, ni resolver el problema multiétnico, entre otros, éstas quedan como tareas transitorias a resolver. En esas condiciones, por razones más bien demagógicas, representantes políticos de la burguesía, inclusive de la pequeña burguesía, pretenden ubicarse en un limbo “ni de izquierda ni de derecha”, precisamente la mejor fórmula para ocultar vergonzantemente compromisos reales con el sistema establecido.
Entre el neoliberalismo como programa y como estrategia, y una alternativa opuesta, popular, democrática y patriótica, ese punto intermedio es siempre una ilusión. En el caso peruano lo demostró la sucesión de gobiernos posteriores al fujimorismo. El de Paniagua fue un experimento agotado rápidamente porque fue de transición política, sin tiempo para intentar algo distinto en el plano económico o social. Su intento de reforma constitucional quedó en el aire, como un propósito fallido más, como suele ocurrir en estos casos donde está ausente una autentica y firme decisión de cambio.
VALDÉS Y SUEÑOS HECHOS TRIZA
El Presidente del Consejo de Ministros, que trabaja en pared con el poderoso ministro de Economía y Finanzas, ha expresado una opinión terminante: no hay tiempo para experimentos y que la gran transformación queda para el futuro. Esta es una definición no desmentida en el gobierno, y que todo induce a pensar que es el camino por el que transitaremos en los próximos cuatro años por lo menos.
Llegado aquí queda claro que ha terminado una etapa del nacionalismo que anunció Ollanta Humala desde su retorno de Corea del Sur, y se abre otro subsumido en el neoliberalismo. Sus pujos izquierdistas iniciales, que lo llevaron a proclamar su compromiso por la “gran transformación” en cuyo centro ubicaba la tarea de “cambiar al Perú construyendo un Estado Nación” y “una Segunda República mediante una Asamblea Constituyente”, dan paso a una postura nueva, “realista”, de “orden”, en la que “crecimiento con inclusión social” se convierten en parte el discurso oficial que hereda y continúa lo que viene de Fujimori en adelante.
MOMENTO DE ACTUAR
La lucha que conduzca a cambios de verdad en la sociedad peruana nunca ha sido fácil, menos ahora. Tales cambios no serán posibles si no se cuenta con la fuerza política, ideológica y social capaz de intentarla, por lo tanto con la correlación de fuerzas necesaria para colocarlo en la agenda política del país. Necesita, además, acceder al gobierno y a la dirección del Estado.
Izquierda Unida pudo ser ese referente aglutinador estratégico. Graves errores de las conducciones de izquierda la llevaron al fracaso. Se perdió una oportunidad, pero la necesidad del cambio sigue vigente y tan urgente como entonces.
La experiencia de estos meses ratifica, una vez más, la necesidad de contar con un referente claro, definido y articulado de la izquierda peruana. Una izquierda con proyecto, determinación y voluntad de victoria. Una izquierda cada vez más enraizada en el pueblo, con visión estratégica de sus tareas, con liderazgo propio y sentido de historia. Nada más ajena a ella que la demagogia, la ambigüedad o el derrotismo. Le basta afirmar su identidad y su voluntad transformadora, que calza como lo mejor de nuestra herencia histórica.
A PRUEBA DE DIFICULTADES
Desde luego que las condiciones son difíciles. Para empezar, la dispersión, la confusión o el desánimo corroen esta posibilidad. También la estrechez de miras en ausencia de proyecto, de visión totalizadora, de coraje para abrirse camino allí donde hay maleza que desbrozar. Pero dificultad no significa imposibilidad. Hay que encontrar nuevas maneras de organizar y hay que contar con un programa básico, asequible, además de ganas de salir adelante y vencer.
La izquierda se encuentra en condiciones de potenciar su espacio de influencia afirmando con firmeza su identidad, su capacidad de renovarse y de renovar el país. Los líderes no surgen de cenáculos; se nutren en la lucha y se descubren asumiendo su papel en los hechos. Si alguien se desmarca de la izquierda porque prefiere un rol ambiguo, incluso oportunista, tendremos miles o decenas de miles de hombres y mujeres que ocuparán su lugar con dignidad y honestidad, y levantarán en alto la bandera de la izquierda, del cambio transformador, de la patria asentada sobre bases nuevas.
Por lo demás los comunistas estamos formados en este estilo de lucha dura. Sabemos los riesgos que nos amenazan. Conocemos las intenciones de quienes quisieran hacernos papilla. Pero aquí estamos dispuestos a seguir dando batalla en aras de una causa justa.
Alberto Moreno rojas
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