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viernes, 29 de enero de 2021

NO DEJEMOS QUE SE EXTINGA LA LLAMA DE LA ESPERANZA Y EL OPTIMISMO EN UN FUTURO MEJOR

La segunda ola de la pandemia, mucho más contagiosa y letal que la primera, nos encuentra a los peruanos totalmente desguarnecidos, en medio de una crisis política de grandes proporciones, con la economía por los suelos, con un gobierno provisional sin capacidad ni iniciativa, con las presiones de los empresarios para quienes la ganancia está sobre la vida, con la angustia de la gente colocada en la disyuntiva de exponerse al contagio o morir de hambre.

El presidente Sagasti resultó ser otro demagogo. Prometió combatir con fuerza y eficiencia el problema de la pandemia, pero no tomó a tiempo las medidas necesarias para enfrentar a la segunda ola, no reforzó el sistema de salud, ni incrementó las camas UCI, ni aseguró la producción de oxígeno, ni garantizó la adquisición a tiempo de las vacunas. Tampoco ha sancionado a los responsables de las muertes de Inti Sotelo y Bryan Pintado, ni a los responsables de las muertes de los trabajadores agroindustriales que reclamaban salarios dignos.

Las últimas medidas anunciadas por el gobierno, entre ellas la cuarentena en varias regiones, son necesarias, pero se debe contrarrestar el impacto sobre los sectores populares mediante un bono efectivo, que no se diluya en la maraña burocrática. Junto a ello se debe reforzar el sistema sanitario, incrementar el personal de salud y mejorar sus salarios, garantizar la producción de oxígeno y el aumento de las camas UCI.

No se puede mantener la incertidumbre sobre la adquisición de las vacunas; el gobierno debe realizar los mayores esfuerzos para garantizar cuanto antes la vacunación masiva, empezando por los sectores más vulnerables de la población. Todos debemos defender la categoría de bien público de la vacuna, a cargo del Estado, cerrarle el paso al sector privado sin escrúpulos que pretende hacer otro gran negocio con este producto farmacéutico.

No debemos olvidar que la quiebra del sistema de salud y el abandono de la población es consecuencia del modelo que inauguró el fujimorismo, refrendado por su espuria Constitución y que continuaron los sucesivos gobiernos. Igual pasa con la Educación, con el empleo, la gigantesca corrupción, el incremento de la violencia y la criminalidad. La mano dura que anuncia, en caso de ser elegida, la señora K, no es otra cosa que el puño de hierro para los sectores populares, guantes de seda con los grandes empresarios, con los corruptos, los genocidas que esperan el indulto.

La derecha no descansa. Está empeñada en un descarado lavado de imagen a la señora K, en una intensa campaña mediática a favor de las inversiones privadas, de la permanencia de Julio Velarde en la presidencia del BCR, de la defensa de la constitución fujimorista, todo ello acompañada de una feroz ofensiva en contra de la izquierda y la candidatura de Verónika Mendoza. Ahora, encabezados por fachos, golpistas y reaccionarios de diverso pelaje, emulando a los seguidores de Trump y Bolsonaro, salen a las calles para oponerse a la cuarentena.

En medio de este caos, de las privaciones, el dolor y la desesperación de la gente, hay que reforzar la organización popular, las redes de solidaridad, las ollas comunes, las diversas respuestas que los de abajo ponen en marcha como mecanismo de sobrevivencia cuando el Estado es incapaz de garantizar atención y seguridad a la población.

No debemos dejar que se extinga la llama de la esperanza, la seguridad y optimismo en un futuro mejor, que solo puede provenir de nuestro esfuerzo colectivo, de la convicción y la lucha que hay que emprender para que se produzcan los cambios. Las elecciones próximas, aun en la eventualidad que se posterguen, se constituyen en el principal campo de batalla entre el cambio democrático y patriótico y el continuismo neoliberal. Tenemos la oportunidad de abrir un nuevo rumbo al país, vayamos con Verónica Mendoza y JP a refundar el Perú.

Por Manuel Guerra

 


lunes, 25 de enero de 2021

Entrevista a la candidata presidencial de Juntos por el Perú: explica por qué propone una nueva Constitución y los elementos que deberían integrarla.

 La candidata de Juntos Por el Perú , Verónika Mendoza, explica cuáles son -a su criterio- los elementos que debería incluir la nueva Constitución, una de sus principales banderas electorales. Además, señala que de ganar las elecciones preferiría cambios al frente del BCR.

Quiero empezar hablando sobre sus motivaciones. Es su segunda candidatura consecutiva. ¿Por qué se considera mejor opción que los demás candidatos? Le propongo un ejercicio de prospectiva. Imaginemos que usted gana las elecciones presidenciales. ¿Qué Perú espera dejar el 2026?

Claramente, Juntos Por el Perú es el proyecto político que de manera más firme y contundente está impulsando un compromiso para plantear los cambios de fondo que el país necesita, para emprender reformas estructurales que queremos dejar encaminadas o resueltas al término de nuestro gobierno. También somos conscientes de que si el pueblo peruano nos da su confianza, vamos a estar aún en medio de una grave crisis sanitaria y económica y vamos a tener que priorizar las medidas urgentes para frenar el avance de la pandemia, garantizar un proceso de vacunación universal y encaminar la reactivación económica y generación de empleo.

¿Y usted siente que es la única que podría acometer esas tareas?

Creo que somos los que más claramente nos hemos pronunciado a favor de cambios estructurales, los que más claramente hemos planteado nuestra posición de que el Perú necesita hoy un nuevo pacto social, que redefina las reglas de juego y los valores que guíe al país.

Ustedes no son los únicos que promueven una nueva Constitución.

Es cierto que otras fuerzas políticas, más recientemente, han ido adhiriendo esta propuesta, lo cual saludados, pero somos los que más claramente estamos más comprometidos con este cambio estructural.

¿Qué no se puede hacer en el país bajo la Constitución de 1993? ¿Por qué es indispensable una nueva en un país lleno de constituciones?

La grave crisis política que hemos atravesado en los últimos años con todos nuestros expresidentes procesados por corrupción, con cuatros presidentes que se han sucedido en un solo periodo, con una representación lejana de la gente y con la precariedad de un Estado incapaz de garantizar los mínimos de salud, educación y protección social, ha puesto en evidencia que esto no se va resolver solo con un cambio de personas si no que necesitamos cambiar las reglas de juego.

¿Qué debería incluir esa nueva Constitución, según usted?

Eso pasa por diseñar un nuevo pacto constituyente a partir de un gran dialogo nacional en el que, por ejemplo, se restituya la capacidad del Estado de planificar el desarrollo nacional, de fiscalizar y regular las actividades económicas, que reivindique la salud, la educación, las pensiones como derechos porque la actual Constitución las concibe como mercancías o negocios que el sector privado debe proveer. También se necesita que el Estado impida abusos a partir de concentraciones oligopólicas o monopólicas, como las que vemos en la banca o en las AFP.

Acá cuatro grandes bancos concentran todo el mercado financiero y se permiten cobrar las comisiones y las tasas de interés que les da la gana. Pero también hay nuevos temas y derechos que se deberían incluir en la nueva Constitución, entre ellos la centralidad del cambio climático y la protección del medio ambiente, o el acceso a Internet.

Un sondeo del IEP de diciembre, de hace un mes, preguntó qué temas se deberían incorporar en una nueva Constitución o cambiar en la vigente. Las respuestas son interesantes. El 74% pedía penas mayores para delincuentes y corruptos; el 25% fortalecer los valores familiares tradicionales y la tradición católica; el 23% promover la inversión privada. Asumo que usted quisiera una nueva Constitución que rescate banderas que, entiendo, usted defiende.

¿No hay una desconexión entre lo que usted esperaría de una nueva Carta Magna y lo que la gente realmente desea? A la luz de esas respuestas, quizás lo que tenemos ahora sea incluso menos conservador que lo que podría salir. ¿Qué piensa?

Primero, creo que es comprensible la indignación de la gente que se traduce en una demanda de sanciones más fuertes para corruptos y abusivos. Por eso planteamos la necesidad de un proceso constituyente, de un gran diálogo nacional en el que la gente pueda identificar la raíz de los problemas y no solo sus síntomas. Yo vengo recorriendo el país, Enrique, y los temas que la gente plantea tienen que ver con cosas concretas, como salud, educación, pensiones, Internet.

Hay una necesidad refundacional. No en vano vamos a conmemorar el bicentenario de una independencia que quedó trunca, incompleta, con una República que dejó en la exclusión a las mayorías que no se sienten representadas por la clase política ni protegidas por este Estado decadente y reducido a su mínima expresión.

¿No le preocupa que la nueva Constitución que pueda emerger sea incluso más conservadora que la actual?

No, porque en la medida que haya un debate con la ciudadanía, iremos desentrañando la raíz de cada uno de los problemas para identificar los cambios estructurales que se necesitan. En todo caso, lo que corresponde es abrir el debate. Me parece antidemocrático que se quiera censurar el debate en torno a la necesidad de un nuevo pacto social. Abrámoslo, para evitar que otras expresiones autoritarias puedan canalizar esta frustración, esta indignación de la gente.

Se ha dicho también que si se le encarga la redacción de la nueva Constitución a estos congresistas sería un desastre. De acuerdo. Por eso se ha planteado que se abra un proceso constituyente con la elección de una Asamblea Constituyente.

Yo no he sugerido que sea este Congreso…

Otros lo han hecho para desacreditar el debate.

Lo que yo ponía sobre la mesa era el ánimo nacional. Creo que esas respuestas tienen que verse con atención. Esa era mi reflexión. Le cambio el tema…

Enrique, si me permite, eso no quita que no seamos conscientes del avance de ciertos discursos conservadores, autoritarios, anticientíficos que ganan terreno en la sociedad. Precisamente, es responsabilidad de las fuerzas políticas hacer pedagogía, discutir, conectar con los temores y preocupaciones genuinas de la gente. Si cerramos la posibilidad de ese diálogo, lo que podemos más bien es provocar es que estalle por otro lado, y no de la mejor manera.

Usted ha dicho que su candidatura es “pro inversión”, que desea recuperar los más de 3 millones de empleos perdidos y aumentar la inversión pública en dos puntos de PBI anuales con intervención del sector privado.

Ha propuesto recurrir a parte de los ahorros fiscales que tenemos en bancos nacionales -72 mil millones de soles, según lo expresado por usted- para la reactivación. No soy economista, aunque he leído a algunos señalar que no tiene sentido echar mano de ese dinero cuando endeudarse es mucho más barato. ¿Qué responde?

Que todos esos ahorros fiscales que nos han costado a todos los peruanos acumular son para encarar este tipo de emergencias. ¡Por Dios! Parece que algunos se olvidan que estamos atravesando una pandemia global, que hemos perdido a más 80 mil peruanos y peruanas en un año, mucho más que todo lo que perdimos en el conflicto armado interno que duró largos años. Y si no hacemos nada, esta cifra se podría duplicar.

Si tenemos ahorros es para precisamente para usarlos en este tipo de circunstancias y salvar la vida de la gente, para reforzar la estrategia sanitaria de contención del virus, reforzar el primer nivel de atención, construir centros de oxigenación temporal, porque el oxígeno es lo que puede salvar a la gente y no la ivermectina ni el dióxido de cloro que promueven otros candidatos, e implementar la telemedicina. Y en paralelo, para entregar un tercer y cuarto bono a las familias más vulnerables. Este es el momento de hacerlo.

Lo contrario es seguir haciendo lo que hace el actual gobierno, es decir: nada, nada. A pesar de que las cifras cotidianas dicen que la situación empeora, en la conferencia de prensa reciente (del miércoles) el gobierno no ha hecho ningún nuevo anuncio.

¿Y el endeudamiento no sería una mejor opción que gastar los ahorros?

Puede ser también una alternativa que vamos a evaluar. Pero la prioridad es salvar vidas, en un contexto en el que la vacuna aún va a demorar. Es cierto que hay un lote para enero pero que apenas alcanzará para 500 mil personas.

Dijo que revisaría las exoneraciones tributarias. Se refiere a campos como las universidades y la agroexportación, entre otros, me queda claro. ¿Mantendría alguna?

Si me permite, por un lado está la urgencia de reactivar la economía de manera inmediata y un tercer y cuarto bono contribuye a eso, junto a la inversión pública y el programa de crédito barato. Y en paralelo, en efecto, vamos a tener que recuperar los niveles de recaudación tributaria antes de la pandemia y superarlo. Eso significa revisar las exoneraciones tributarias a las mineras, a los casinos, a las universidades privadas. Y en paralelo se tendrá que diseñar una estrategia para combatir la evasión y elusión tributaria y generar un impuesto a las grandes fortunas, a los multimillonarios.

Dos cosas sobre lo que acaba de mencionar. Primero, no tiene claro todavía si mantendría alguna exoneración, ¿correcto?

Seguramente habrá algunas que se tendrá que conservar, sobre todo para los sectores o las empresas que recién inician sus actividades económicas y su inserción en el mercado, como pasó con la agroexportación. Nosotros no nos oponemos per se a los beneficios y exoneraciones tributarias siempre y cuando sean pertinentes y por un lapso determinado. Lo evaluaremos. Dicho sea de paso, el actual gobierno llamado de transición ya debería de haber empezado (a evaluar las exoneraciones).

Segundo, sobre el impuesto a las grandes fortunas: ¿sería temporal o permanente y a partir de qué monto se aplicaría?

Sí, tenemos un debate sobre eso. Consideramos que podría ser eventualmente a partir de los 10 millones o incluso los 100 millones. Estamos hablando de, efectivamente, grandes fortunas. En ningún momento hemos planteado tocar los ingresos de la clase media que, sabemos, está golpeada económicamente. Ese es otro de los fantasmas que tratan de avivar quienes no quieren que nada cambie. Lo pensamos en algún momento como algo temporal, único incluso, pero creemos que en la medida que esté adecuadamente diseñado se podría mantener en el tiempo. Estamos todavía ajustando, pero consideramos necesario que se implemente de todas maneras.

Temporal, por el momento. Ahora, entre 10 y 100 millones hay mucha diferencia, ¿no?

Claro, lo que pasa es que está pendiente revisar también cuál sería el universo de contribuyentes al que impactaríamos con esta medida.

¿10 millones solo en cuentas? ¿Con propiedades? Porque alguien puede heredar una casa y va sumando. ¿Cómo manejarían eso?

Justamente es lo que estamos diseñando, pero, insisto, no es un impuesto a la clase media ni a los ingresos, si no a las fortunas acumuladas que, además, valgan verdades, en el Perú provienen principalmente de herencias, no necesariamente del fruto de trabajo sostenido o del sudor de la frente de algunos, como se ha querido plantear.

Explíqueme lo de la maquinita. “Es una posibilidad que se evaluará en su momento”, dijo en la entrevista con Mávila Huertas. No zanjó el asunto, para ser honesto. Luego, en su cuenta de Twitter, dijo que sería un sinsentido. ¿Con cuál versión nos quedamos?

Con la única versión sostenida desde la campaña de 2016, con la que está en nuestro plan de gobierno. Insisto, sería un sinsentido y en ningún momento lo hemos planteado. No queremos ni maquinita, ni hiperinflación. Queremos una economía ordenada, planificada, con un Estado con capacidad reguladora y fiscalizadora.

Ya sé que dijo que respetará la autonomía del Banco Central de Reserva (BCR). No voy a insistir en ese tema…

Así es.

Sí tengo esta curiosidad, ¿designaría de nuevo a Julio Velarde al frente del BCR? Es potestad constitucional del presidente. Luego el Congreso debe ratificar la decisión. ¿O preferiría un cambio al frente de esta institución?

Creo que es tiempo en el Perú -en términos generales- de cambios, pero no solo en las personas si no, sobre todo, en las políticas, en las reglas de juego que guían nuestro país. Eso sí, reiterando siempre que en el caso del BCR respetaremos la autonomía que le corresponde. Pero sí, creo que necesitamos renovar la representación política y la participación en los distintos espacios de decisión, dándole voz a sectores que largamente han sido excluidos. Con eso no hablo específicamente del BCR, si no en general de la gestión estatal.

Mi consulta es específica sobre el BCR. ¿Ratificaría a Julio Velarde o preferiría a alguien diferente? ¿O no lo tiene claro todavía?

No, lo acabo de decir. Creo que lo que corresponde es un cambio. Además, recordemos que en el BCR no solamente está el señor Julio Velarde, con quien, dicho sea de paso, hemos coincidido en algunas propuestas, como Reactiva Perú. Conceptualmente me pareció un buen programa, necesario en su momento…

¿Pero?

Lamentablemente en su implementación tuvo serias deficiencias, porque no puso los filtros adecuados y permitió que grandes empresas con dinero en paraísos fiscales, o procesadas por corrupción, o que despidieron a sus trabajadores se beneficiaran de esta garantía estatal. Recordemos también que en el BCR hay otros personajes que no tienen méritos técnicos ni éticos y que claramente tienen que ser removidos.

Intuyo que habla de Rafael Rey.

Exactamente.

Vayamos a la salud. ¿Cree que hay falta de liderazgo de parte del presidente Sagasti en la lucha contra la pandemia?

Para todos los ciudadanos está claro que la situación sanitaria es cada vez más crítica, con un sistema al borde del colapso, y sin embargo el gobierno actúa como si no estuviera pasando nada, como si la situación tendiera a mejorar cuando lamentablemente tiende a empeorar. Todo esto con una nueva variante del virus que es mucho más contagiosa que el Estado ni siquiera está monitoreando. ¿Cómo es posible? Es desconcertante que en la última conferencia no se haya hecho ningún nuevo anuncio. Hay una mala evaluación de la gravedad de la situación.

Sé que no es fácil implementar una eventual restricción adicional de la movilidad de la gente, una eventual disminución de los aforos, pero está claro que a estas alturas es necesario. Eso sí, es fundamental el apoyo económico a las familias más vulnerables. Nada de esto ha sido dicho por parte del gobierno y es sumamente preocupante e irresponsable. Le pido al presidente de la República que reconsidere las medidas implementadas.

¿Qué propone para mejorar el sistema de salud?

Una primera cosa fundamental abandonada es el primer nivel de atención que reforzado puede ayudar a prevenir cantidad de enfermedades. Eso pasa por diseñar una estrategia sanitaria comunitaria, vital para la Covid, pero en general para el país. Hay que articular el sistema de salud a través de postas, centros de salud con las organizaciones de base, las ollas comunes.

¿Unificaría el sistema?

Necesitamos una reforma integral del sistema de salud, con un proceso de descentralización y, a la vez, una rectoría clara que pueda ordenar lo que hoy está disperso, una de las grandes trabas para articular una estrategia contra la pandemia.

En la última encuesta de Ipsos aparece con 7% de intención de voto. Estaba revisando las cifras desagregadas por sector socioeconómico y me llamó la atención lo siguiente: en el A, es decir el más pudiente del país, usted figura con el 10% de intención de voto.

En términos porcentuales, es donde mejor le va. En los segmentos D y E figura con 6 y 7, respectivamente. ¿Por qué cree que es así? ¿No debería ser al revés para una candidatura que se proclama de izquierda y defensora de los más pobres, necesitados?

Mire, Enrique, si fuera real igual yo me alegraría. Nuestra propuesta es para todos los peruanos y peruanas, es cierto que con particular énfasis en los más vulnerables. Pero la verdad es que me desconciertan absolutamente las últimas encuestas. A mí también me llamó muchísimo la atención lo que usted comenta, sobre todo porque en las encuestas previas, de la misma encuestadora, ocurría lo contrario: teníamos en el sector A cero por ciento de aceptación, y no me alegra decirlo.

A lo que voy es que hay, a mi juicio, una inconsistencia que no me explico técnicamente. Soy muy honesta, me desconcierta la diferencia que hay entre una encuesta y otra. No creo que de un mes a otro hayamos saltado de cero a 10 en el sector A.

Me parece curioso que casi estuviese lamentando haber subido esos 10 puntos en el sector A.

No, le acabo de decir lo contrario. Lo que queremos es llegar a todos los sectores del país. Queremos desmontar todos esos fantasmas de que odiamos a los sectores pudientes y somos enemigos de la inversión. Nada más lejos de la realidad. Nuestro proyecto plantea escuchar a todos. Encantada de tener 10 puntos en el sector A, si fuera el caso. Solo señalo una inconsistencia concreta.

Según esa misma encuesta, Keiko Fujimori le gana en los sectores, D y E. En el E, por una buena diferencia. ¿Hay alguna lección por sacar ahí?

Por supuesto, que tenemos que redoblar nuestros esfuerzos para que nuestro mensaje llegue a estos sectores, para incorporar sus agenda. Y por eso hemos puesto mucho énfasis a nuestra propuesta de segunda reforma agraria. El sector agrario es estratégico para el desarrollo nacional, porque es uno de los que más empleo genera. Estamos comprometidos con modernizar este sector con una segunda reforma agraria, que implica la institucionalización de un gabinete de desarrollo rural y agrario dirigido por la propia figura presidencial.

¿Quizás ha habido un distanciamiento de la izquierda con los sectores más necesitados?

Mire, en los últimos años hemos hecho un esfuerzo sostenido por tener presencia en el territorio, por dialogar con distintos sectores sociales y organizaciones. Seguramente aún no la suficiente fuerza y despliegue, pero estamos en ese trabajo. Somos conscientes del desafío, estamos haciendo esfuerzos, quizás aún nos falta caminar un poco más pero estamos en esa perspectiva.

¿La pregunta sobre Venezuela es la que más le han hecho en su carrera política?

Probablemente, probablemente.

Con la de las agendas, quizás. Pelean.

También, ¿no? Hay una serie de fantasmas y estigmas que toca desmontar y frente a los cuales seguiremos respondiendo siempre con la misma convicción. Nuestro proyecto es cien por ciento peruano que no pretende copiar ningún modelo, menos uno que está claramente atravesando hoy una situación de dictadura, una situación social y sanitaria catastrófica.

Yo no iba a preguntarle sobre si zanja o no con Maduro, por favor. Ya se lo deben de haber preguntado 200 veces.

¡Como siempre me lo preguntan!

No, no es mi intención. Sí quería plantearle lo siguiente: ¿no se hubiera evitado tanta insistencia sobre ese asunto si lo hubiese cerrado desde un inicio? ¿Quizás faltó algo de reflejos en su momento?

Nuestra posición siempre fue clara y tajante sobre este tema. Una cosa es que, claro, se remitan a declaraciones mías del 2013 o 2014 cuando la situación era ciertamente ya preocupante pero cuando ni siquiera la oposición venezolana calificaba al gobierno de turno como una dictadura. A medida que la situación fue cambiando y agravándose y claramente entramos a un régimen dictatorial, no tuvimos ningún reparo en señalarlo así y desmarcarnos.

En una entrevista también con La República, de hace un año, usted recordaba algo que le dijo su padre: “Vero, harás lo que quieras pero no me digas que quieres hacer política, porque la política es muy ingrata y está llena de traiciones”. ¿Tenía razón su padre? ¿La política es ingrata y llena de traiciones?

Hay traiciones, hay momentos de decepción, hay momentos de frustración también. Pero hay momentos muy emotivos y gratificantes como cuando, a pesar de la grave crisis que estamos atravesando, vemos gente joven valiente y comprometidamente involucrándose con los cambios que necesita su país. Me refiero por ejemplo a las movilizaciones de los jóvenes de noviembre, que eran políticas, cuando vimos a una juventud que no estuvo dispuesta a quedarse de brazos cruzados mientras algunos pretendían usurpar el poder, reprimiendo y criminalizando. Siempre es difícil y arduo hacer política, sobre todo en una sociedad marcada muchas veces por el individualismo. Cuesta construir institucionalidad, un partido político pero es absolutamente necesario para el país. No podemos dejarle la cancha libre a los mismos de siempre, a los corruptos y mafiosos que han tenido secuestrado a nuestro Estado.

Sobre las protestas de noviembre, ¿qué piensa de cómo se están llevando las investigaciones sobre las muertes de los dos jóvenes? ¿Y sobre las ocurridas durante el paro agrario?

Lamentablemente, se está configurando a estas alturas la impunidad de los responsables directos y de los responsables políticos por la represión y las muertes de las movilizaciones de noviembre. Esto no es algo nuevo. En Espinar, durante la protesta social de 2012, hubo tres campesinos muertos. Son muertes que se produjeron hace ocho años y que hasta el día de hoy están en la impunidad total, igual que los cinco fallecidos por el conflicto de Conga, en Cajamarca.

E igual que los tres indígenas fallecidos en la pandemia, en Loreto, que protestaban exigiendo atención sanitaria del Estado. Todos están en la impunidad. Por eso, tenemos que seguir vigilantes y así lo haremos. Y si somos gobierno, exigiremos investigaciones exhaustivas, que lleguen hasta el final.

¿Propondría una reforma policial también?

Para evitar que se sigan cometiendo abusos, represión y criminalización excesivas. Y también para combatir la corrupción enquistada. Además, hay que garantizar una adecuada remuneración a los policías y evitar que se den convenios entre empresas privadas, extractivas en particular, y la Policía. Esta debe ser garante de la democracia y de los derechos para todos.

Han aparecido cuestionamientos sobre algunos candidatos al Congreso de Juntos Por el Perú. Usted es quien lidera este proyecto político. ¿Puede garantizar la idoneidad de quienes postulan al Legislativo?

Juntos Por el Perú es una coalición de distintas organizaciones y cada cual tuvo su propio proceso de primarias y de designación que hemos respetado. Eso sí, exigimos que todos se ciñan a una propuesta programática con líneas muy claras de defensa de la democracia, de la paz, de la justicia social, del enfoque de género. Cualquiera que en algún momento se aparte de estos compromisos dejará de tener lugar en este proyecto.

¿Llevará la bandera del matrimonio homosexual?

Lo propusimos en el 2016 y nos ratificamos en construir un país igualitario que reconozca el amor y la posibilidad de constituir una familia del mismo sexo. Claro que sí.

¿Y la eutanasia?

Es algo que creo hay que evaluar muy rigurosamente. Sé que hay un caso particular en torno al cual no puedo más que expresar mi apoyo a la persona que valientemente pide su derecho a morir en dignidad. Sin embargo, para una regulación más amplia, general, se necesita un debate ciudadano y revisar la experiencia de otros países. Particularmente no tengo una posición definida, en términos generales.

¿Qué piensa de lo que dijo Keiko Fujimori, en el sentido de que si es electa presidenta indultaría a su padre?

Siempre hemos rechazo el indulto, en el Parlamento y en las calles. No se puede indultar a un asesino, ladrón, a un violador de derechos humanos. Pero lo que me parece más indignante y vergonzoso es que en este contexto de pandemia, donde la gente se está muriendo por falta de camas, de oxígeno, haya gente que quiera poner al indulto en el centro del debate.

                                                                                                                                 Por Enrique Patruau

 


lunes, 4 de enero de 2021

"La Soledad de América Latina", así fue el discurso de Gabriel García Márquez cuando recibió el Nobel

Recordemos el discurso que pronunció Gabriel García Márquez el 10 de diciembre de 1982 cuando recibió el Premio Nobel de Literatura.

Antonio Pigafetta, un navegante florentino que acompañó a Magallanes en el primer viaje alrededor del mundo, escribió a su paso por nuestra América meridional una crónica rigurosa que sin embargo parece una aventura de la imaginación. Contó que había visto cerdos con el ombligo en el lomo, y unos pájaros sin patas cuyas hembras empollaban en las espaldas del macho, y otros como alcatraces sin lengua cuyos picos parecían una cuchara. Contó que había visto un engendro animal con cabeza y orejas de mula, cuerpo de camello, patas de ciervo y relincho de caballo. Contó que al primer nativo que encontraron en la Patagonia le pusieron enfrente un espejo, y que aquel gigante enardecido perdió el uso de la razón por el pavor de su propia imagen.

Este libro breve y fascinante, en el cual ya se vislumbran los gérmenes de nuestras novelas de hoy, no es ni mucho menos el testimonio más asombroso de nuestra realidad de aquellos tiempos. Los Cronistas de Indias nos legaron otros incontables. Eldorado, nuestro país ilusorio tan codiciado, figuró en mapas numerosos durante largos años, cambiando de lugar y de forma según la fantasía de los cartógrafos. En busca de la fuente de la Eterna Juventud, el mítico Alvar Núñez Cabeza de Vaca exploró durante ocho años el norte de México, en una expedición venática cuyos miembros se comieron unos a otros y sólo llegaron cinco de los 600 que la emprendieron.

Uno de los tantos misterios que nunca fueron descifrados, es el de las once mil mulas cargadas con cien libras de oro cada una, que un día salieron del Cuzco para pagar el rescate de Atahualpa y nunca llegaron a su destino. Más tarde, durante la colonia, se vendían en Cartagena de Indias unas gallinas criadas en tierras de aluvión, en cuyas mollejas se encontraban piedrecitas de oro. Este delirio áureo de nuestros fundadores nos persiguió hasta hace poco tiempo. Apenas en el siglo pasado la misión alemana de estudiar la construcción de un ferrocarril interoceánico en el istmo de Panamá, concluyó que el proyecto era viable con la condición de que los rieles no se hicieran de hierro, que era un metal escaso en la región, sino que se hicieran de oro.

La independencia del dominio español no nos puso a salvo de la demencia. El general Antonio López de Santana, que fue tres veces dictador de México, hizo enterrar con funerales magníficos la pierna derecha que había perdido en la llamada Guerra de los Pasteles. El general García Moreno gobernó al Ecuador durante 16 años como un monarca absoluto, y su cadáver fue velado con su uniforme de gala y su coraza de condecoraciones sentado en la silla presidencial. El general Maximiliano Hernández Martínez, el déspota teósofo de El Salvador que hizo exterminar en una matanza bárbara a 30 mil campesinos, había inventado un péndulo para averiguar si los alimentos estaban envenenados, e hizo cubrir con papel rojo el alumbrado público para combatir una epidemia de escarlatina. El monumento al general Francisco Morazán, erigido en la plaza mayor de Tegucigalpa, es en realidad una estatua del mariscal Ney comprada en París en un depósito de esculturas usadas.

Hace once años, uno de los poetas insignes de nuestro tiempo, el chileno Pablo Neruda, iluminó este ámbito con su palabra. En las buenas conciencias de Europa, y a veces también en las malas, han irrumpido desde entonces con más ímpetus que nunca las noticias fantasmales de la América Latina, esa patria inmensa de hombres alucinados y mujeres históricas, cuya terquedad sin fin se confunde con la leyenda. No hemos tenido un instante de sosiego. Un presidente prometeico atrincherado en su palacio en llamas murió peleando solo contra todo un ejército, y dos desastres aéreos sospechosos y nunca esclarecidos segaron la vida de otro de corazón generoso, y la de un militar demócrata que había restaurado la dignidad de su pueblo. En este lapso ha habido 5 guerras y 17 golpes de estado, y surgió un dictador luciferino que en el nombre de Dios lleva a cabo el primer etnocidio de América Latina en nuestro tiempo. Mientras tanto 20 millones de niños latinoamericanos morían antes de cumplir dos años, que son más de cuantos han nacido en Europa occidental desde 1970. Los desaparecidos por motivos de la represión son casi los 120 mil, que es como si hoy no se supiera dónde están todos los habitantes de la ciudad de Upsala.

Numerosas mujeres arrestadas encinta dieron a luz en cárceles argentinas, pero aún se ignora el paradero y la identidad de sus hijos, que fueron dados en adopción clandestina o internados en orfanatos por las autoridades militares. Por no querer que las cosas siguieran así han muerto cerca de 200 mil mujeres y hombres en todo el continente, y más de 100 mil perecieron en tres pequeños y voluntariosos países de la América Central, Nicaragua, El Salvador y Guatemala. Si esto fuera en los Estados Unidos, la cifra proporcional sería de un millón 600 mil muertes violentas en cuatro años.

De Chile, país de tradiciones hospitalarias, ha huido un millón de personas: el 10 por ciento de su población. El Uruguay, una nación minúscula de dos y medio millones de habitantes que se consideraba como el país más civilizado del continente, ha perdido en el destierro a uno de cada cinco ciudadanos. La guerra civil en El Salvador ha causado desde 1979 casi un refugiado cada 20 minutos. El país que se pudiera hacer con todos los exiliados y emigrados forzosos de América latina, tendría una población más numerosa que Noruega.

Me atrevo a pensar que es esta realidad descomunal, y no sólo su expresión literaria, la que este año ha merecido la atención de la Academia Sueca de la Letras. Una realidad que no es la del papel, sino que vive con nosotros y determina cada instante de nuestras incontables muertes cotidianas, y que sustenta un manantial de creación insaciable, pleno de desdicha y de belleza, del cual éste colombiano errante y nostálgico no es más que una cifra más señalada por la suerte. Poetas y mendigos, músicos y profetas, guerreros y malandrines, todas las criaturas de aquella realidad desaforada hemos tenido que pedirle muy poco a la imaginación, porque el desafío mayor para nosotros ha sido la insuficiencia de los recursos convencionales para hacer creíble nuestra vida. Este es, amigos, el nudo de nuestra soledad.

Pues si estas dificultades nos entorpecen a nosotros, que somos de su esencia, no es difícil entender que los talentos racionales de este lado del mundo, extasiados en la contemplación de sus propias culturas, se hayan quedado sin un método válido para interpretarnos. Es comprensible que insistan en medirnos con la misma vara con que se miden a sí mismos, sin recordar que los estragos de la vida no son iguales para todos, y que la búsqueda de la identidad propia es tan ardua y sangrienta para nosotros como lo fue para ellos. La interpretación de nuestra realidad con esquemas ajenos sólo contribuye a hacernos cada vez más desconocidos, cada vez menos libres, cada vez más solitarios. Tal vez la Europa venerable sería más comprensiva si tratara de vernos en su propio pasado. Si recordara que Londres necesitó 300 años para construir su primera muralla y otros 300 para tener un obispo, que Roma se debatió en las tinieblas de incertidumbre durante 20 siglos antes de que un rey etrusco la implantara en la historia, y que aún en el siglo XVI los pacíficos suizos de hoy, que nos deleitan con sus quesos mansos y sus relojes impávidos, ensangrentaron a Europa con soldados de fortuna. Aún en el apogeo del Renacimiento, 12 mil lansquenetes a sueldo de los ejércitos imperiales saquearon y devastaron a Roma, y pasaron a cuchillo a ocho mil de sus habitantes.

No pretendo encarnar las ilusiones de Tonio Kröger, cuyos sueños de unión entre un norte casto y un sur apasionado exaltaba Thomas Mann hace 53 años en este lugar. Pero creo que los europeos de espíritu clarificador, los que luchan también aquí por una patria grande más humana y más justa, podrían ayudarnos mejor si revisaran a fondo su manera de vernos. La solidaridad con nuestros sueños no nos haría sentir menos solos, mientras no se concrete con actos de respaldo legítimo a los pueblos que asuman la ilusión de tener una vida propia en el reparto del mundo.

América Latina no quiere ni tiene por qué ser un alfil sin albedrío, ni tiene nada de quimérico que sus designios de independencia y originalidad se conviertan en una aspiración occidental.

No obstante, los progresos de la navegación que han reducido tantas distancias entre nuestras Américas y Europa, parecen haber aumentado en cambio nuestra distancia cultural. ¿Por qué la originalidad que se nos admite sin reservas en la literatura se nos niega con toda clase de suspicacias en nuestras tentativas tan difíciles de cambio social? ¿Por qué pensar que la justicia social que los europeos de avanzada tratan de imponer en sus países no puede ser también un objetivo latinoamericano con métodos distintos en condiciones diferentes? No: la violencia y el dolor desmesurados de nuestra historia son el resultado de injusticias seculares y amarguras sin cuento, y no una confabulación urdida a 3 mil leguas de nuestra casa. Pero muchos dirigentes y pensadores europeos lo han creído, con el infantilismo de los abuelos que olvidaron las locuras fructíferas de su juventud, como si no fuera posible otro destino que vivir a merced de los dos grandes dueños del mundo. Este es, amigos, el tamaño de nuestra soledad.

Sin embargo, frente a la opresión, el saqueo y el abandono, nuestra respuesta es la vida. Ni los diluvios ni las pestes, ni las hambrunas ni los cataclismos, ni siquiera las guerras eternas a través de los siglos y los siglos han conseguido reducir la ventaja tenaz de la vida sobre la muerte. Una ventaja que aumenta y se acelera: cada año hay 74 millones más de nacimientos que de defunciones, una cantidad de vivos nuevos como para aumentar siete veces cada año la población de Nueva York. La mayoría de ellos nacen en los países con menos recursos, y entre éstos, por supuesto, los de América Latina. En cambio, los países más prósperos han logrado acumular suficiente poder de destrucción como para aniquilar cien veces no sólo a todos los seres humanos que han existido hasta hoy, sino la totalidad de los seres vivos que han pasado por este planeta de infortunios.

Un día como el de hoy, mi maestro William Faullkner dijo en este lugar: «Me niego a admitir el fin del hombre». No me sentiría digno de ocupar este sitio que fue suyo si no tuviera la conciencia plena de que por primera vez desde los orígenes de la humanidad, el desastre colosal que él se negaba a admitir hace 32 años es ahora nada más que una simple posibilidad científica. Ante esta realidad sobrecogedora que a través de todo el tiempo humano debió de parecer una utopía, los inventores de fábulas que todo lo creemos, nos sentimos con el derecho de creer que todavía no es demasiado tarde para emprender la creación de la utopía contraria. Una nueva y arrasadora utopía de la vida, donde nadie pueda decidir por otros hasta la forma de morir, donde de veras sea cierto el amor y sea posible la felicidad, y donde las estirpes condenadas a cien años de soledad tengan por fin y para siempre una segunda oportunidad sobre la tierra.

Agradezco a la Academia de Letras de Suecia el que me haya distinguido con un premio que me coloca junto a muchos de quienes orientaron y enriquecieron mis años de lector y de cotidiano celebrante de ese delirio sin apelación que es el oficio de escribir. Sus nombres y sus obras se me presentan hoy como sombras tutelares, pero también como el compromiso, a menudo agobiante, que se adquiere con este honor. Un duro honor que en ellos me pareció de simple justicia, pero que en mí entiendo como una más de esas lecciones con las que suele sorprendernos el destino, y que hacen más evidente nuestra condición de juguetes de un azar indescifrable, cuya única y desoladora recompensa, suelen ser, la mayoría de las veces, la incomprensión y el olvido.

Es por ello apenas natural que me interrogara, allá en ese trasfondo secreto en donde solemos trasegar con las verdades más esenciales que conforman nuestra identidad, cuál ha sido el sustento constante de mi obra, qué pudo haber llamado la atención de una manera tan comprometedora a este tribunal de árbitros tan severos. Confieso sin falsas modestias que no me ha sido fácil encontrar la razón, pero quiero creer que ha sido la misma que yo hubiera deseado. Quiero creer, amigos, que este es, una vez más, un homenaje que se rinde a la poesía. A la poesía por cuya virtud el inventario abrumador de las naves que numeró en su Iliada el viejo Homero está visitado por un viento que las empuja a navegar con su presteza intemporal y alucinada. La poesía que sostiene, en el delgado andamiaje de los tercetos del Dante, toda la fábrica densa y colosal de la Edad Media. La poesía que con tan milagrosa totalidad rescata a nuestra América en las Alturas de Machu Pichu de Pablo Neruda el grande, el más grande, y donde destilan su tristeza milenaria nuestros mejores sueños sin salida. La poesía, en fin, esa energía secreta de la vida cotidiana, que cuece los garbanzos en la cocina, y contagia el amor y repite las imágenes en los espejos.

 En cada línea que escribo trato siempre, con mayor o menor fortuna, de invocar los espíritus esquivos de la poesía, y trato de dejar en cada palabra el testimonio de mi devoción por sus virtudes de adivinación, y por su permanente victoria contra los sordos poderes de la muerte. El premio que acabo de recibir lo entiendo, con toda humildad, como la consoladora revelación de que mi intento no ha sido en vano. Es por eso que invito a todos ustedes a brindar por lo que un gran poeta de nuestras Américas, Luis Cardoza y Aragón, ha definido como la única prueba concreta de la existencia del hombre: la poesía. Muchas gracias.