La segunda ola de la pandemia, mucho más contagiosa y letal que la primera, nos encuentra a los peruanos totalmente desguarnecidos, en medio de una crisis política de grandes proporciones, con la economía por los suelos, con un gobierno provisional sin capacidad ni iniciativa, con las presiones de los empresarios para quienes la ganancia está sobre la vida, con la angustia de la gente colocada en la disyuntiva de exponerse al contagio o morir de hambre.
El presidente Sagasti resultó ser
otro demagogo. Prometió combatir con fuerza y eficiencia el problema de la
pandemia, pero no tomó a tiempo las medidas necesarias para enfrentar a la segunda
ola, no reforzó el sistema de salud, ni incrementó las camas UCI, ni aseguró la
producción de oxígeno, ni garantizó la adquisición a tiempo de las vacunas.
Tampoco ha sancionado a los responsables de las muertes de Inti Sotelo y Bryan
Pintado, ni a los responsables de las muertes de los trabajadores
agroindustriales que reclamaban salarios dignos.
Las últimas medidas anunciadas
por el gobierno, entre ellas la cuarentena en varias regiones, son necesarias,
pero se debe contrarrestar el impacto sobre los sectores populares mediante un
bono efectivo, que no se diluya en la maraña burocrática. Junto a ello se debe
reforzar el sistema sanitario, incrementar el personal de salud y mejorar sus
salarios, garantizar la producción de oxígeno y el aumento de las camas UCI.
No se puede mantener la
incertidumbre sobre la adquisición de las vacunas; el gobierno debe realizar
los mayores esfuerzos para garantizar cuanto antes la vacunación masiva,
empezando por los sectores más vulnerables de la población. Todos debemos
defender la categoría de bien público de la vacuna, a cargo del Estado,
cerrarle el paso al sector privado sin escrúpulos que pretende hacer otro gran
negocio con este producto farmacéutico.
No debemos olvidar que la quiebra
del sistema de salud y el abandono de la población es consecuencia del modelo
que inauguró el fujimorismo, refrendado por su espuria Constitución y que
continuaron los sucesivos gobiernos. Igual pasa con la Educación, con el
empleo, la gigantesca corrupción, el incremento de la violencia y la
criminalidad. La mano dura que anuncia, en caso de ser elegida, la señora K, no
es otra cosa que el puño de hierro para los sectores populares, guantes de seda
con los grandes empresarios, con los corruptos, los genocidas que esperan el
indulto.
La derecha no descansa. Está
empeñada en un descarado lavado de imagen a la señora K, en una intensa campaña
mediática a favor de las inversiones privadas, de la permanencia de Julio
Velarde en la presidencia del BCR, de la defensa de la constitución fujimorista,
todo ello acompañada de una feroz ofensiva en contra de la izquierda y la
candidatura de Verónika Mendoza. Ahora, encabezados por fachos, golpistas y
reaccionarios de diverso pelaje, emulando a los seguidores de Trump y
Bolsonaro, salen a las calles para oponerse a la cuarentena.
En medio de este caos, de las
privaciones, el dolor y la desesperación de la gente, hay que reforzar la
organización popular, las redes de solidaridad, las ollas comunes, las diversas
respuestas que los de abajo ponen en marcha como mecanismo de sobrevivencia
cuando el Estado es incapaz de garantizar atención y seguridad a la población.
No debemos dejar que se extinga
la llama de la esperanza, la seguridad y optimismo en un futuro mejor, que solo
puede provenir de nuestro esfuerzo colectivo, de la convicción y la lucha que
hay que emprender para que se produzcan los cambios. Las elecciones próximas,
aun en la eventualidad que se posterguen, se constituyen en el principal campo
de batalla entre el cambio democrático y patriótico y el continuismo
neoliberal. Tenemos la oportunidad de abrir un nuevo rumbo al país, vayamos con
Verónica Mendoza y JP a refundar el Perú.
Por Manuel Guerra
No hay comentarios:
Publicar un comentario