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viernes, 29 de enero de 2021

NO DEJEMOS QUE SE EXTINGA LA LLAMA DE LA ESPERANZA Y EL OPTIMISMO EN UN FUTURO MEJOR

La segunda ola de la pandemia, mucho más contagiosa y letal que la primera, nos encuentra a los peruanos totalmente desguarnecidos, en medio de una crisis política de grandes proporciones, con la economía por los suelos, con un gobierno provisional sin capacidad ni iniciativa, con las presiones de los empresarios para quienes la ganancia está sobre la vida, con la angustia de la gente colocada en la disyuntiva de exponerse al contagio o morir de hambre.

El presidente Sagasti resultó ser otro demagogo. Prometió combatir con fuerza y eficiencia el problema de la pandemia, pero no tomó a tiempo las medidas necesarias para enfrentar a la segunda ola, no reforzó el sistema de salud, ni incrementó las camas UCI, ni aseguró la producción de oxígeno, ni garantizó la adquisición a tiempo de las vacunas. Tampoco ha sancionado a los responsables de las muertes de Inti Sotelo y Bryan Pintado, ni a los responsables de las muertes de los trabajadores agroindustriales que reclamaban salarios dignos.

Las últimas medidas anunciadas por el gobierno, entre ellas la cuarentena en varias regiones, son necesarias, pero se debe contrarrestar el impacto sobre los sectores populares mediante un bono efectivo, que no se diluya en la maraña burocrática. Junto a ello se debe reforzar el sistema sanitario, incrementar el personal de salud y mejorar sus salarios, garantizar la producción de oxígeno y el aumento de las camas UCI.

No se puede mantener la incertidumbre sobre la adquisición de las vacunas; el gobierno debe realizar los mayores esfuerzos para garantizar cuanto antes la vacunación masiva, empezando por los sectores más vulnerables de la población. Todos debemos defender la categoría de bien público de la vacuna, a cargo del Estado, cerrarle el paso al sector privado sin escrúpulos que pretende hacer otro gran negocio con este producto farmacéutico.

No debemos olvidar que la quiebra del sistema de salud y el abandono de la población es consecuencia del modelo que inauguró el fujimorismo, refrendado por su espuria Constitución y que continuaron los sucesivos gobiernos. Igual pasa con la Educación, con el empleo, la gigantesca corrupción, el incremento de la violencia y la criminalidad. La mano dura que anuncia, en caso de ser elegida, la señora K, no es otra cosa que el puño de hierro para los sectores populares, guantes de seda con los grandes empresarios, con los corruptos, los genocidas que esperan el indulto.

La derecha no descansa. Está empeñada en un descarado lavado de imagen a la señora K, en una intensa campaña mediática a favor de las inversiones privadas, de la permanencia de Julio Velarde en la presidencia del BCR, de la defensa de la constitución fujimorista, todo ello acompañada de una feroz ofensiva en contra de la izquierda y la candidatura de Verónika Mendoza. Ahora, encabezados por fachos, golpistas y reaccionarios de diverso pelaje, emulando a los seguidores de Trump y Bolsonaro, salen a las calles para oponerse a la cuarentena.

En medio de este caos, de las privaciones, el dolor y la desesperación de la gente, hay que reforzar la organización popular, las redes de solidaridad, las ollas comunes, las diversas respuestas que los de abajo ponen en marcha como mecanismo de sobrevivencia cuando el Estado es incapaz de garantizar atención y seguridad a la población.

No debemos dejar que se extinga la llama de la esperanza, la seguridad y optimismo en un futuro mejor, que solo puede provenir de nuestro esfuerzo colectivo, de la convicción y la lucha que hay que emprender para que se produzcan los cambios. Las elecciones próximas, aun en la eventualidad que se posterguen, se constituyen en el principal campo de batalla entre el cambio democrático y patriótico y el continuismo neoliberal. Tenemos la oportunidad de abrir un nuevo rumbo al país, vayamos con Verónica Mendoza y JP a refundar el Perú.

Por Manuel Guerra

 


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