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martes, 20 de octubre de 2020

Bolivia: el retorno de la izquierda

La resonante victoria del MAS en las elecciones presidenciales bolivianas ratificó la densidad social de la organización política de los pueblos bolivianos.

Los guarismos tomaron por sorpresa inclusive a los analistas más rigurosos: las encuestas realizadas por cuatro de las cinco consultoras más renombradas en Bolivia anticipaban para el binomio del MAS una votación que oscilaba en torno al 45 por ciento de los votos y cerca del 34 por ciento para su más inmediato perseguidor, Carlos Mesa.

Es decir, que los votantes del evismo ocultaron su intención de voto a la vez que se sobreestimó la base real de apoyo de Comunidad Ciudadana.

La victoria fue mucho más amplia de lo esperado, tal como lo aseguran las dos consultaras certificadas por el gobierno para realizar los “boca de urna”: CIESMORI y Jubileo. Ambas le asignan a la fórmula Arce-Choquehuanca una proporción que oscila en torno al 52 por ciento de los votos y a Mesa-Pedraza apenas un 31 por ciento. Algunos observadores aventuran que la cifra final se situará en torno al 55 por ciento.

A primeras horas de la madrugada un tuit de la dictadora Jeannine Añez decía que “por los datos con los que contamos, el Sr. Arce y el Sr. Choquehuanca han ganado la elección. Felicito a los ganadores y les pido gobernar pensando en Bolivia y en la democracia.” (O sea, gobernar como ella no lo hizo). Al mediodía Carlos Mesa reconoció el triunfo del MAS.

Aún no se publicaron los cómputos oficiales de las 35.000 mesas electorales y sería una inocentada pensar que el enemigo imperialista y sus aliados de la derecha racista se inclinarán respetuosamente ante el veredicto de las urnas.

Difícil (pero no imposible) que puedan haber sorpresas o maniobras de último minuto para frustrar la voluntad del pueblo boliviano. Si la diferencia hubiese sido menor, digamos de unos doce o trece puntos, seguramente que los bandidos a la orden de Luis Almagro habrían repetido lo hecho hace apenas un año y robado la elección; pero con una diferencia de veinte puntos o más la maniobra se desbarataría por su intolerable obscenidad. De todos modos, recién el miércoles se darán a conocer las cifras oficiales y entonces sabremos cuál es la siguiente movida de la derecha.

Las elecciones demostraron que el MAS es la única fuerza social existente en toda Bolivia. Carlos Mesa demostró que es un sello electoral, un contubernio de grupos que sólo tenían en común su odio a Evo y lo que éste representa. Y Luis Fernado Camacho es el líder de una importante fuerza social cuyo baluarte es Santa Cruz de la Sierra. Pero fuera de ese departamento –que equivale a un tercio del territorio nacional- su gravitación es muy baja. Construir una derecha con sólidas bases a nivel nacional es una tarea ardua, que en Bolivia, aún con la violencia terrorista de su dictadura, la complicidad de jueces y fiscales, y el apoyo de la cloaca mediática al servicio del imperio, demostró ser una misión destinada al fracaso.

La profunda crisis política en que se debate Estados Unidos en vísperas de una complicada elección presidencial restó protagonismo a “la embajada” y acotó sus márgenes de acción. Y la derecha local –en Bolivia como en Argentina y en toda Latinoamérica- sin la guía, los dineros y los resortes mediáticos y jurídicos que maneja Washington es poco lo que puede hacer.

Las usinas estratégicas de la derecha tienen un proyecto de alcance mundial (compárese por ejemplo las manifestaciones y consignas de los “anticuarentena” y “antiinfectadura” en los más diversos países) y trabajan para impedir la estabilización de gobiernos progresistas o la inauguración de uno de ese signo político. Claro que la historia es caprichosa y amiga de dar sorpresas. ¿Quién se animaría a desechar la idea de que en ese corazón de Sudamérica que es Bolivia acaba de salir el sol cuyos rayos iluminarán las próximas elecciones en Chile, Brasil, Paraguay, Venezuela y las presidenciales en Ecuador, en febrero del 2021?. Tal vez, sin darnos cuenta, seamos testigos de un giro histórico impensado hasta hace unas pocas semanas.

Las elecciones demostraron que el MAS es la única fuerza social existente en toda Bolivia. 

Por: Atilio Borón

lunes, 19 de octubre de 2020

El MAS y un triunfo arrollador

Arce y Choquehuanca obtuvieron el 52,4% contra el 31,6% del derechista Mesa. A pesar de la intervención desvergonzada de la OEA, del Departamento de estado norteamericano, de una ultraderecha sometida a las órdenes de fuerzas externas. A pesar de ello el MAS y su binomio conformado por Luis Arce Cataroa como presidente y David Choquehuanca a la vicepresidencia, lograron una victoria furibunda e indiscutible en las elecciones a la que fueron convocados 7.3 millones de bolivianos.

Un 53% y una diferencia de 20 puntos sobre Carlos Mesa Gisbert (31,2%) y cuarenta puntos sobre Luis Fernando Camacho (14,1%), son cifras extraordinarias, que representan aire fresco para la lucha de los pueblos. Con esto se confirma, tal como se sostuvo, que hubo una operación destinada a impedir el triunfo del MAS, por parte de la derecha en las elecciones del año 2019. Avalado esto por los gobiernos derechistas latinoamericanos, el silencio cómplice de organismos internacionales. Hubo un golpe de estado orquestado por Washington y sus aliados incondicionales y que con el triunfo de este 18 de octubre permite al pueblo boliviano volver a Palacio.

Quemado y además controlando las dos cámaras del parlamento. Una victoria que traerá consigo un tremendo impacto regional e internacional, que da nuevos aires al progresismo en América Latina y que recupera la democracia para Bolivia y su pueblo, que sabiamente vuelve a confiar en aquellos que lo dignificaron, que le dice no al racismo, al robo, al sometimiento a Washington y le dice no a la corrupción.

Mientras más postergaba la derecha golpista el convocar a elecciones, con una estrategia política errada del gobierno de facto presidiso por Jeanine Añez, más debilitaban sus opciones. Esto, pues ante la política supremacista, racista, de corte fascista, de insulto al pueblo indígena a sus símbolos y cultura. En ese contexto, más y más la sociedad boliviana, los más humildes, tenían más tiempo de comparar lo que había sido un proceso revolucionario, que durante 14 años le cambio la cara y el organismo entero a esta Bolivia. Una revolución que nacionalizó los recursos naturales, que llevó a los indígenas a ocupar Palacio Quemado y decirle al mundo que Bolivia existía, que tenía una dignidad que necesitaba aflorar tras cientos de años de sometimiento y abusos. Cada día que pasaba el pueblo más ponía en la balanza a los golpistas con el MAS.

El ministro de gobierno de la dictadura, el empresario Arturo Murillo estuvo en la noche del día 18, largas horas presionando a los medios de comunicación, al Tribunal Supremo Electoral y a las encuestadoras para que no dieran a conocer lo que ya se sabía a las 20:00 horas y que demoró cuatro horas en visibilizar: el triunfo del MAS era inobjetable triunfando por una mayoría abrumadora. Una maniobra que comenzó a cocinarse en la vista que hizo Murillo a la sede de la OEA a fines de septiembre y al Departamento de Estado dirigido por Mike Pompeo, que dieron las órdenes y los apoyos necesarios para impedir que el MAS volviera a presidir el gobierno. Un plan que mostró su fracaso absoluto, una derrota del imperio y de los gobiernos derechistas latinoamericanos coordinados por Almagro.

El resultado del recuento fue claro y planeadamente postergado. El propio ex presidente Evo Morales, en conferencia de prensa dada en Argentina sostuvo “Las empresas encuestadoras se niegan a publicar el resultado en boca de urna. Se sospecha que algo están ocultando”. Por su parte, Sebastián Michel, vocero del MAS señaló que existía una estrategia del gobierno de facto para lograr que no se entregara información y así generar un clima de violencia con el objetivo final de anular las elecciones. La enorme amplitud de cifras entre Arce y Mesa ha hecho imposible llevar a cabo lo que el departamento de estado norteamericano, junto a la OEA habían planeado junto al ultraderechista Ministro de Gobierno Arturo Murillo.

La parte más  difícil  viene ahora  para  recuperar una vida  trastornada  por una dictadura que ha violado los derechos humanos en todos los ámbitos en que pueden ser violados; sanitarios, integridad física, en el acceso al trabajo, a la educación, en derechos cívicos y políticos. Ahora viene justicia por los muertos, por los humillados sanar las heridas propiciadas por un gobierno de facto que cometió atropello a los derechos de millones de bolivianos y bolivianas.

En un interesante análisis de Mario Rodríguez, periodista y educador popular boliviano con especialidad en interculturalidad, los resultados de estas elecciones el 18 de octubre “han sido una victoria en el territorio del enemigo, en un campo conservador donde se aglutinó lo más fascista que puede tener la política. Articulado en los sectores más retrógrados que puede tener un país. Un triunfo sobre el dinero, el poder mediático, los poderes hegemónicos. Dicho marco permite evidenciar que En primer lugar es evidente que se trata de una victoria del pueblo boliviano, que supera la conformación partidaria y sumerge a la sociedad en la búsqueda de su futuro.

En segundo lugar, para el análisis interno de lo que ha sido una fortaleza en el masismo, se conformó el sujeto de lo plurinacional, con un abanico amplio de posibilidades, que hay que fortalecer. Un triunfo que se da contra viento y marea, que permite pensar en transformaciones profundas. Un tercer elemento es que se necesita una profunda reflexión y una crítica respecto a lo que fueron los gobiernos del MAS para recomponer elementos que fueron erosionados y que necesitan ser reconstituidos en la capacidad de participación popular. Y en cuarto lugar este triunfo es un tremendo impulso para las luchas populares en Latinoamérica, de la patria grande.

Claramente este es un laurel obtenido por el MAS, una conquista enorme, que representa la justeza de tres lustros de gobierno transformador en Bolivia, que caló hondo, que a la hora de la comparación le ganó por cientos de miles de votos a esa derecha recalcitrante. Una derrota del fascismo que le va a doler a la derecha, al grupo de Lima, al converso Luis Almagro que deberá responder de esta derrota ante sus amos estadounidenses, que gastó cientos de millones de dólares, para tratar de consolidar un gobierno de facto y darle posibilidades a la derecha boliviana, para tratar de volver a ejercer sus gobiernos nefastos, fracasando estrepitosamente en esta misión que los visibiliza como lo que son: oportunistas, racistas, soberbios y escasos de visión, para calar en plenitud el pensamiento y los anhelos de un pueblo que aprendió a defender su dignidad.

Para el triunfador de estas elecciones del 18 de octubre Luis Arce Catacora, el desafío es claro “Hemos recuperado la democracia y la esperanza, como también estamos recuperando la certidumbre para beneficiar a la pequeña, mediana, gran empresa, al sector público y a las familias bolivianas. Gobernaré para todos los bolivianos y trabajaré para reencaminar, sobre todo, la estabilidad económica del país” Luis Arce agradeció la confianza del pueblo boliviano, de los militantes del MAS, de la comunidad internacional y a los observadores que llegaron para supervigilar las elecciones.

El MAS logró una victoria inapelable, a pesar del Covid 19, las amenazas del gobierno y los intentos de impedir que se votara. El MAS arrasó en las grandes ciudades y en el mundo rural. No hubo lugar en Bolivia, donde el mundo masista no haya logrado hacer morder el polvo de la derrota a Carlos Mesa, Luis Fernando Camacho y los suyos. El MAS triunfó a pesar de la labor de desestabilización de la OEA y el títere Luis Almagro secretario general de esta organización, definida como el Ministerio de colonias de Estados Unidos. El MAS triunfó a pesar de fuerzas poderosas en su contra, porque la marcha justa no tiene freno posible.

El MAS triunfó porque el pueblo sabio de Bolivia entendió, que a pesar de todas las críticas que a su movimiento se le podían hacer, hizo un trabajo que tenía como centro a los más postergados de Bolivia, por la defensa de sus derechos y la construcción de aquellos negados, a los que por cientos de años fueron humillados, denigrados y que con el MAS comenzaron a andar con su marcha de gigantes. No hay freno posible cuando un pueblo defiende lo suyo.

Por: Pablo Jofré Leal.                                                                                                               

 

sábado, 17 de octubre de 2020

BOLIVIA: El mundo está mirando

En pocas horas comenzarán las elecciones en el Estado Plurinacional de Bolivia. De forma unánime, las encuestas dan como ganadora a la fórmula del Movimiento al Socialismo (Luis Arce Catacora y David Choquehuanca). Pero el gobierno de facto no escatima en maniobras e intimidaciones, y la transparencia de los resultados no está en absoluto garantizada.

Amenos de veinticuatro horas de que comiencen las elecciones en Bolivia, la situación política está cada vez más tensa. Aunque la decisión de Jeanine Áñez de declinar su candidatura ha fortalecido la posición del probable candidato en segundo lugar (Carlos Mesa), todas las encuestas de opinión siguen señalando como vencedora a la fórmula del MAS (Luis Arce Catacora – David Choquehuanca), incluso con algunas indicando que lo lograría en primera ronda.

El canal de medios privados UNITEL, por ejemplo, difundió la encuesta realizada por la encuestadora Ciesmori, en la que el MAS obtendría un 42,2% en primera vuelta, seguido de Carlos Mesa con 33,1% y el candidato de extrema derecha, Fernando Camacho, con 16,7%. En el análisis desagregado por regiones, el estudio señala que el MAS replicaría la victoria lograda por Evo Morales en octubre de 2019 y obtendría mayoría en seis de las nueve regiones de Bolivia, mientras que la provincia de Santa Cruz sería conquistada por Camacho y las regiones de Tarija y Chuquisaca, por Mesa.

Los resultados obtenidos por los estudios de Tu Voto Cuenta mostraron números similares, con Arce con el 42,9% de los votos, seguido del 34,2% de Mesa y el 17,8% de Camacho, excluyendo los votos en blanco y los indecisos. La consultora IPSOS pronosticó para Arce un 34% de los votos, para Mesa el 27,9% y para Camacho 13,8%, pero excluyendo los votos indecisos y en blanco esas cifras vuelven a ser muy similares a las anteriores, con el 42,2% para Arce y el 34,7% para Mesa. El grupo de expertos de la CELAG que se especializa en la investigación de encuestas de opinión y mapas electorales en América Latina arribó, a grandes rasgos, a las mismas cifras: Arce 44,4%, Mesa 34% y Camacho 15,2%.

Las consultoras, por lo general, además, tienden a infravalorar el peso de los electores y electoras residentes en áreas rurales, así como el de las más grandes comunidades de bolivianos y bolivianas en el exterior (particularmente las de Argentina y Brasil). En ambos casos, el apoyo al MAS es mayoritario. En circunstancias normales y en una elección justa, esos votos significarían para el partido de Evo Morales escalar hasta una cifra más cercana al 47% de los votos (tal como sucedió en la elección anterior) o quizás aún más, dado el rechazo generalizado hacia las políticas neoliberales del régimen de Áñez.

Pero desde fines de 2019 que Bolivia no atraviesa circunstancias normales, y la transparencia de las elecciones no está en absoluto garantizada. Aunque breve, la experiencia de Áñez en la presidencia arroja una larga lista de casos de corrupción, violaciones de los derechos humanos, de la Constitución, una pésima administración de la pandemia del COVID-19 y una severa crisis económica, exacerbada por los intentos de privatizar algunas de las principales industrias del sector público de Bolivia (particularmente, la compañía de gas y petróleo YPFB, nacionalizada en 2006).

A medida que se acerca la fecha señalada para los comicios, y ante el escenario previsto por las encuestadoras, las operaciones políticas y mediáticas se han multiplicado. Así se refleja en el portal de Página Siete, por ejemplo, que con fecha del 13 de octubre titula «si el MAS pierde, saldrá a ‘matar gente’, según el Ministro de justicia». La misma estrategia sigue La Razón, que tres días después publicaba: «‘en caso de que ellos utilicen armas, nosotros también estamos listos para el uso de armas’». La connivencia entre los grandes medios de comunicación y el gobierno de facto queda cada vez más expuesta, y los dichos en Twitter del ministro de gobierno Arturo Murillo apuntan en la misma dirección y no escatiman en amenazas: «advertimos a los agitadores y gente que busca generar violencia, no son bienvenidos. Los ponemos en un avión o entre rejas. Compórtense, sabemos quiénes son y dónde están».

Sin ir más lejos, en horas de la noche de este 16 de octubre la delegación de diputadas y diputados argentinos que viajó en carácter de veedora de las elecciones invitada por la Presidenta del Senado de Bolivia, Eva Copa, fue detenida en La Paz. Federico Fagioli, diputado nacional por el Frente de Todos, declaró que al arribar al aeropuerto de El Alto las fuerzas de seguridad lo retuvieron, lo violentaron y le quitaron sus pertenencias, pese a disponer de una invitación oficial y todos los papeles en regla. «Es otro claro ejemplo de la avanzada de las derechas sobre la democracia en nuestro continente», declaró el diputado argentino, antes de que intentaran llevarlo detenido sin justificación alguna en medio de la noche. El presidente argentino, Alberto Fernández, ha expresado que «es directa responsabilidad del gobierno de facto de Jeanine Áñez preservar la integridad de la delegación argentina».

Reacciones desesperadas de una derecha que le teme a la democracia pero que, justamente por ello, no debe ser tomada a la ligera. Más de 51 mil bolivianos y bolivianas en el exterior han sido impedidos de registrarse para votar por el gobierno de facto, 25 mil de los cuales residen actualmente en la Argentina. El Tribunal Supremo Electoral (TSE) también descalificó para votar, en marzo de este año, a 147 mil personas residentes en Bolivia. En las condiciones actuales, atravesadas por la pandemia y la cuarentena, la solicitud de rehabilitación para registrarse en el padrón se hace casi imposible.

No sorprendería tampoco que las poblaciones del campo, particularmente en las provincias del altiplano, que han votado tradicionalmente por el MAS, sufran algún intento de impedir su normal participación en el proceso electoral. La provincia tropical de Chapare, en Cochabamba (bastión tradicional del MAS), ha sido atacada sistemáticamente por el régimen de Áñez desde que inició el golpe de Estado. Se ha reportado un número creciente de ejercicios militares y movimientos de tropas en la región a lo largo de todo el año que, según los dirigentes sindicales locales de las seis federaciones de cocaleros, tiene por objetivo intimidar a la población rural.

USAID, la agencia financiada por el gobierno de los Estados Unidos, que bajo el gobierno de Evo había sido vetada para operar en Bolivia, fue ahora convocada por Áñez para supervisar y monitorear las elecciones. Esta agencia, junto con el Endowment Fund for Democracy (NED), cuenta con una larga historia de respaldo a grupos políticos y de la sociedad civil pronorteamericanos, tanto a través de financiamiento directo como de la validación de procesos electorales fraudulentos (como sucedió en Honduras en 2017).

El actual presidente del TSE, Salvador Romero, es íntimo amigo de Carlos Mesa y fue designado por el expresidente como titular de la Corte Nacional Electoral (CNE) en 2003. También exhibe una larga trayectoria de cooperación con agencias financiadas por Estados Unidos y la OEA en América Latina. Romero ha estado presente también en Honduras durante los años 2011 y 2014, sirviendo como director del Instituto Nacional de Democracia (NDI), financiado por la NED, y en las fraudulentas elecciones de 2013 se desempeñó como supervisor. En los cables diplomáticos filtrados por Wikileaks, se reveló que entre 2006 y 2008 Romero fue informante del exembajador de Estados Unidos, Philip Goldberg. Que tenga una postura neutral, transparente hacia el proceso electoral, por lo tanto, es muy poco probable.

El TSE, además, ha reemplazado el sistema de resultados preliminares (TREP), utilizado durante las elecciones de octubre de 2019, por uno nuevo, el DIREPRE, sancionado por Naciones Unidas. Jake Johnson, investigador asociado del CEPR que había formado parte del equipo de investigadores que demostró que la OEA falsificaba sus afirmaciones sobre el «fraude» durante las elecciones de 2019, ha señalado que el nuevo sistema es menos confiable que el anterior, al hacer imposible que los observadores verifiquen rápidamente la precisión del voto, comparando copias impresas de las actas con imágenes publicadas en línea.

El gobierno de facto está coordinando el proceso electoral con la OEA, cuya observación del proceso de octubre de 2019 y sus falsas afirmaciones sobre el carácter fraudulento de aquellos resultados fue determinante en la legitimación del golpe de noviembre. La visita de Arturo Murillo a Estados Unidos y el encuentro con el Secretario General de la OEA, Luis Almagro, constituye otra muestra clave de la estrecha colaboración del régimen de Áñez con las autoridades de ese organismo. Luis Almagro ha manifestado, incluso, que «existe la posibilidad de que el MAS intente robar los resultados electorales», lo que (según el director del CEPR, Mark Weisbrot) significa que Almagro y compañía no tienen ningún prurito de repetir la jugada, invocando la carta de la OEA y el derecho internacional con el fin de anular el resultado de las elecciones en base a datos falsos.

Todo esto sin olvidar los numerosos intentos para impedir que el MAS y sus líderes participen del proceso electoral. Sin ir más lejos, tanto el expresidente Evo Morales como el excanciller Diego Pary fueron descalificados para presentarse como candidatos al Senado en las regiones de Cochabamba y Potosí respectivamente, a pesar de cumplir con todos los requisitos legales y haber presentado todos los documentos necesarios en tiempo y forma. También el candidato al Senado en Cochabamba, Andrónico Rodríguez, ha enfrentado intentos de persecución. Luis Arce Catacora, por su parte, fue amenazado con la inhabilitación en numerosas ocasiones, antes y durante la campaña electoral. Arce comentó que las encuestas internas de su partido señalaban al MAS como ganador, acción que sus opositores políticos consideraron «ilegal según las leyes electorales del país». Aunque el TSE finalmente falló a favor del MAS el día 5 de octubre, esto no impidió a grupos de la oposición realizar protestas violentas contra el MAS y las autoridades electorales en la ciudad de Sucre.

Militantes y dirigentes del MAS han sido constantemente acosados por varios grupos armados y miembros de la oposición de extrema derecha desde el golpe de Estado. La Unión Juvenil de Santa Cruz (UJC), la Resistencia Juvenil de Cochabamba (RJC) y el Movimiento de Resistencia en La Paz han sido responsables por ataques al MAS y sus simpatizantes en reiteradas ocasiones. Luego de criticar los abusos contra los derechos humanos perpetrados por el régimen de Áñez, la misma Defensoría del Pueblo ha sido hostigada por un grupo violento llamado «Valkyria».

Tal atmósfera de violencia e intimidación difícilmente augure un resultado electoral justo y transparente. A esta altura, probablemente, la pregunta sea por qué ninguno de todos estos escandalosos hechos ha ocupado las portadas de los periódicos. La respuesta es simple: desde el inicio del golpe, los medios de comunicación críticos con el régimen de Áñez han sido continuamente censurados y los periodistas –bolivianos y extranjeros– perseguidos. Tanto Telesur como Rusia Today han visto revocadas sus licencias de transmisión durante las semanas posteriores al golpe del 10 de noviembre. Más de cincuenta y tres radios comunitarias fueron cerradas por el régimen de Áñez en el transcurso de enero de este año. Periodistas de todo el mundo sufrieron constantes abusos por turbas a favor de los golpistas y Sebastián Moro, argentino, fue asesinado.

Finalmente, el gobierno ha prohibido cualquier manifestación pública 48 horas antes y después de las elecciones, como forma de intentar asegurarse la ausencia de una respuesta política, callejera, a las posibles denuncias de fraude por parte de los movimientos sociales del país.

Que el gobierno de facto o sus aliados políticos consigan «ganar» las elecciones por medio del fraude y la intimidación o abortar el resultado por completo mediante una intervención de última hora por parte de sus aliados en el ejército y la policía depende de la fuerza de los movimientos sociales y sindicales. Las masivas protestas de agosto de este año demostraron que aún frente a amenazas de severa represión y violencia por parte de las fuerzas estatales, las históricamente poderosas organizaciones sociales bolivianas son capaces de paralizar casi por completo al país. Y si el camino elegido por el gobierno de facto es el de la manipulación y el fraude, el de robar la victoria al Movimiento al Socialismo, no se quedarán calladas. Este domingo, la democracia se juega una parada decisiva en Bolivia. El mundo entero está mirando.

Por: Denis Rogatyuk y Florencia Oroz

 

sábado, 3 de octubre de 2020

LA BISABUELA COMUNISTA DE MAFALDA

Joaquín Lavado, Quino, se inspiró en su abuela republicana y comunista para crear el personaje y el pensamiento de la ya inmortal Mafalda.

Hijo de inmigrantes andaluces, Quino siempre contó que en su casa se respiraba política, hablaba de sus padres socialistas y de su abuela comunista.

Nacido en Mendoza, “Cuando yo tenía cuatro años empezó la guerra civil española y en mi casa se vivió como una tragedia personal; además, como la perdimos, peor todavía. Se acaba la guerra civil española y comienza la Segunda Guerra Mundial".

En una entrevista al diario italiano La República, el dibujante relató que en su casa había siempre discusiones entre su abuela, "comunista, una mujer muy simpática con un gran sentido del humor" y el resto de la familia republicana. "Mi abuela era una militante que vendía los bonos del partido. Mi padre no quería que lo hiciera. Y se armaban unas trifulcas terribles en mi casa". "Ella era un cómic viviente, estaba constantemente hablando del Chile de Pinochet y de las atrocidades cometidas en Vietnam", recuerda.

En una extenso reportaje que le dio Quino a Mónica Maristain en 2004, para Página/12 se definía a su mismo como socialista: “El capitalismo también se va a ir al carajo. Esto no puede continuar así. Yo lo que espero es que a la larga se intente otra forma de socialismo. No igual al que ya fue, pero para mí sigue siendo el mejor sistema de gobierno”, declaró en aquella ocasión.

La última pregunta de la entrevista fue si “morirá siendo socialista”: “Sí, por supuesto. Esa es la mejor forma de gobierno que concibo, es el mejor sistema. Apenas tuvo 70 años para expresar y es probable que estuviera mal aplicado. Si pensamos que al cristianismo le llevó tres siglos imponerse, ¿por qué no podemos pensar que el socialismo regresará y finalmente podremos vivir en un sistema más justo y más humano para todos?”, respondió.

En una entrevista con Republica, Quino contó que lo peor que le sucedió con sus dibujos fue durante la última dictadura militar. En marzo de 1976 decidió autoexiliarse y, meses más tarde, se produjo la llamada “Masacre de San Patricio”, en la que cinco religiosos palotinos fueron acribillados en una iglesia en el barrio de Belgrano. El grupo de tareas que los mató colocó al lado de uno de los cadáveres una de las viñetas más conocidas de Mafalda, en la que señala al bastón de un policía y afirma: “¿Ven? Este es el palito de abollar ideologías”.

Claudio Demetrio Mansilla