Es arqueólogo, antropólogo,
educador e historiador, pero pocos días antes de la cuarentena se graduó de
oráculo al presagiar, en una entrevista publicada en La República, ese abismo que
separa al Estado peruano de la realidad de nuestro país. Una brecha que se
agigantó en estos días de confinamiento: “Estamos funcionando con
un Estado que no tiene nada que ver con nosotros. Somos un país con regiones
muy diferentes, tenemos un sistema de vida en donde ser arequipeño es distinto
a ser huancaíno o piurano. Pero actuamos como si todos fuésemos exactamente
iguales y gobernamos con ese error de creer que todos somos iguales. ¡Mentira!
No es cierto”, fue lo que dijo. La mortandad registrada en Iquitos, Lima,
Lambayeque o Piura, en comparación con las regiones del sur altoandino, le dio
la razón. Así como la incapacidad estatal por solucionar o entender el éxodo de
ciudadanos que pugnaban por retornar a su tierra.
Esta pandemia reveló que
tenemos un Estado fallido que desconoce la realidad nacional. ¿Por qué no
funciona el Estado?
El Estado peruano falló desde su
nacimiento. No corresponde a las condiciones sociales sobre las cuales se ha
implantado. Esto fue advertido por Monteagudo y por San Martín en su momento.
Ellos consideraban que no estaban en condiciones de establecer un Estado con
una representación válida de los diversos sectores sociales que había en el
Perú. Y consideraban que lo deseable era algo así como una monarquía
constitucional. A lo largo de la República nosotros hemos
reproducido, en la práctica, ese esquema. El Congreso siempre
ha tenido una actitud muy poco efectiva. Casi siempre hemos sido gobernados por
el Ejecutivo. Incluso en los llamados “golpe de Estado”, estas llamadas
“revoluciones” por militares que asumían el control político del Estado como
una especie de monarca de carácter militar. El eje básico del mando reproducía
el mando del Ejército. Eso daba la razón a los opositores al esquema
bolivariano, que introdujo aquí el modelo parlamentario. El problema es
que en el Congreso solo está representado una parte básica del Perú.
Los recientes fenómenos de El
Niño y otros desastres indujeron a nuevas investigaciones para historiadores y
arqueólogos. ¿Esta pandemia influirá en una revisión de nuestra historia?
Ya está influyendo. Un desastre y
una crisis de este tipo influyen en la generación de una serie de mecanismos
para salir de esta crisis y poder reconstruir lo que nosotros pensábamos que
estaba bien. Esa reconstrucción pasa por el clímax que se produce durante la
crisis y en consecuencia cambia: trata de amoldar las cosas a la crisis y trata
de corregir todo lo que la crisis ha mostrado que está mal. Eso es lo que pasó,
esto es lo que está pasando.
¿Qué hemos aprendido con esta
pandemia y esta cuarentena?
Esta pandemia es una lección impresionante de
historia, de sociología y de la manera cómo hemos construido un país que tiene
muchísimas dificultades para caminar. Esta cuarentena la
tomamos un poco a la broma, pero es muy seria. Vamos a tener que adaptar la
economía a estas nuevas condiciones. Vamos a tener que adaptar los mecanismos
de intercambio en los mercados. Vamos a tener que cambiar la forma que tenemos
al acudir a los servicios públicos. En fin, vamos a tener que cambiar. Y
obviamente ese tener que cambiar va a generar nuevas costumbres.
¿Existen precedentes?
En el siglo VI de nuestra era,
aproximadamente, se produjo una crisis ambiental posiblemente muy similar a la
actual crisis. Esta crisis, que debe haber tenido períodos de friaje muy duros,
debe haber cambiado el régimen de lluvias, el régimen de temperaturas, etc. Es
una crisis que cambió el Perú enteramente. No porque influye en las personas
sino porque las personas tuvieron que capturar los datos de esa crisis para
reconstruir su propia existencia. Eso es lo que ocurrió, eso es lo que creo va
a ocurrir, eso es lo que está ocurriendo. Algo similar ocurrió hace mil años,
hace dos mil años, hace diez mil años. Y tenemos pruebas arqueológicas de que
este no es el primer ni el único desastre que hemos tenido que resolver.
Estas enormes diferencias
provocadas por la pandemia en las regiones ¿son una prueba de que el Estado
ignora nuestra variedad regional?
Hay varios factores. Uno, en
lugares donde la pandemia ha sido más fuerte son aquellas
regiones donde hay mayor concentración urbana. También está el factor altitud que
puede haber contribuido a detener los contagios.
Al comienzo pronosticaron que
Cusco sería uno de los epicentros de la pandemia por la presencia de miles de
turistas, pero hoy vemos que la pandemia siempre estuvo controlada.
Sí, en Ecuador fue igual.
Guayaquil concentró toda la pandemia. Una de las cosas que no estamos tomando
en cuenta es que la regionalidad es un factor que debe estar
presente en todo, en educación, en salud, en todos los campos. Hay diferencias
estructurales en cada una de las regiones. Para mí no es casual que ahora se
hable de nor-Perú y sur-Perú, un poco lo que ocurrió a comienzos de la República y
en toda la historia peruana en general. De modo que hay que tener presente la
regionalidad y sus diversas variantes internas.
La entrega de bonos reveló que
el Estado no conoce dónde viven y cómo ubicar a los peruanos.
Eso es total. Es algo que se
arrastra con el Estado mismo. Nosotros hemos crecido dentro de una versión
colonial del Estado. Nosotros nos consideramos peruanos, pero a los “otros” no
los consideramos como tal. Es un olvido que afecta a la población peruana
llamada “informal”, a todos los que viven en la marginalidad, a
todos los que migraron hacia las ciudades a partir de la década del 60 en
adelante.
Igual sucedió con la
“sorpresa” del Estado cuando aparecieron miles de ciudadanos pugnando por
retornar a su tierra.
Esa es la misma gente, Roberto,
que festeja en Lima casi todas las fechas de su calendario festivo. Son los que
tienen sus clubes provinciales, son los que conservan su música, su poesía, su
comida y la reproducen aquí lo mejor que pueden. Obviamente ellos retornan
cuando pueden. “El provinciano” es una canción que reproduce
eso y en cada región existe una canción que evoca el retorno. De modo que una
reacción de ese tipo es mucho más restringida de lo que imaginamos. Si yo
hubiera imaginado esta situación hubiera pensado en migraciones masivas
mayores. Solo que ahora muchos dejaron por años sus propiedades, las vendieron,
las regalaron. Ya no tienen a dónde volver. Incluso muchos ya no tienen ni
siquiera familiares allá.
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Pero siempre existió una
movilización de gente que se va trasladando de las ciudades costeras a la
sierra y, si la cosa no va bien, bajan a la selva o vuelven a la ciudad.
No tomamos conciencia. Tan es así
que nuestras representaciones en el Congreso son espurias si no están asociadas
directamente a su realidad concreta. Los sectores mayoritarios de nuestras
provincias no tienen cómo venir y se quedan allá. Los que vienen forman estos
grupos marginales que son los que ahora están reclamando la atención del
Estado, un Estado que nunca los tomó en cuenta.
Esta pandemia también nos
recordó que en la Historia del Perú existieron graves epidemias que cambiaron
al país. ¿Debemos reescribir la historia del Perú?
Yo creo que la historia del Perú
se tendrá que reescribir con un fundamento local. Nuestra historia ha sido
escrita en función de los que llegaron. Nuestra historia comienza con las
guerras civiles entre españoles, los líos entre Almagro y Pizarro. Luego viene
la historia de los virreyes, luego la independencia... Se olvidaron de todas
las poblaciones étnicamente poderosas como las de Chimú, Chancay, Chincha, Ica,
etc. Se olvidaron, pero siguieron existiendo. Qué se yo. Los chancas, por
ejemplo, hasta ahora siguen hablando quechua, cambiaron su organización,
adaptaron sus costumbres a las necesidades del momento, pero siguieron
existiendo. No han muerto, pero fueron excluidos de la historia.
Fuera de la historia oficial.
Es que esa historia la hemos
escritos “nosotros”: los peruanos que no reconocemos a los otros sino a
“nosotros” mismos como peruanos. Los que escribimos la primera Constitución y
expulsamos del país a los quechuahablantes y otras etnias que subsisten debajo
del telón que nos hemos puesto para separarnos de ellos. “Ellos” son
los distintos. Nosotros no nos consideramos indios. Nos da mucha
vergüenza que nos identifiquen con ellos.
¿Esta pandemia demuestra que
el Estado peruano necesita un Pachacuti?
O un Pachacuti o un Che Guevara:
lo primero que transformaron en Cuba fue la salud y la educación y ahora se dan
el lujo de “exportar” médicos. Nosotros hacemos exactamente lo contrario. Hemos
dejado de lado tanto el espacio de cultura, salud y educación que son los
espacios sociales y de servicios. Esta pandemia tiene la
virtud de habernos desnudado como país, nos ha quitado la ropa que teníamos
para escondernos y nos está mostrando las cosas tremendas que hay en nuestra
realidad concreta.
No hay mucho que celebrar para
el 2021 y el Bicentenario.
No, claro que no, y eso que
estamos en una etapa históricamente sustantiva. Yo estoy asustado, Roberto,
porque en estos finales de mi vida -ya estoy en 84 años he visto bastante a lo
largo de mi vida acá y la verdad es que nunca he visto una crisis tan violenta
como esta que estamos pasando. Y lo digo no solo como persona natural, sino
también como historiador. Creo que he recorrido la historia del Perú, la
conozco desde hace diez mil años y la verdad es que esta crisis solo me
recuerda, en sus términos brutales, en sus formas, a lo que ocurrió en el
tránsito de la Colonia a la República. O del Tawantinsuyo a la Colonia. Son
crisis muy fuertes que no afectan solamente lo que la gente necesita en su
momento, afectan hasta adentro, va más allá del estómago y eso es realmente
terrible porque tienen que cambiar -y ya están cambiando- muchas cosas que
pensábamos de nosotros mismos. Es obvio que no vamos a ser los mismos. De aquí
a cien días vamos a ser diferentes, querámoslo o no. Pero que van a cambiar las
cosas, van a cambiar, y ya está ocurriendo. Y lamentablemente el sector
pudiente de este país no entiende dónde está viviendo y eso va a generar formas
de conflicto a las que les tengo miedo.
Redacción :Roberto Ochoa
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