La democracia que pregonan se vuelve palabra hueca para dar
paso a la prepotencia, al uso abusivo de los medios de comunicación, la
manipulación de las encuestadoras, el dinero a raudales que ponen a disposición
para propagar las más groseras mentiras, para meter miedo, para echar barro,
para terruquear, para mantener un ejército de troles y cuentas falsas que
inundan las redes sociales.
Todo para dejar fuera de carrera en el actual proceso
electoral a la opción del cambio democrático y patriótico encabezado por
Verónika Mendoza, candidata de Juntos por el Perú.
Sucede que la gran mayoría del pueblo peruano ya está
cansada de pagar los platos rotos de la crisis y cargar sobre sus espaldas los
efectos de un modelo que no le trae beneficio alguno, mientras un puñado de
privilegiados engorda sus bolsillos a costa del saqueo del país, del robo
descarado y de la desgracia de muchos.
Ya no soporta la escasez de oxígeno y de camas UCI, los
escándalos de las vacunas, la pérdida de sus empleos, el alza de los
combustibles, el sicariato de todos los días, la pérdida de clases por no tener
para pagar la pensión, no contar con dinero para hacer las compras, la
impunidad de los corruptos, la degradación de la política, el engaño, la
demagogia, el cinismo.
Y esta gran mayoría de peruanos y peruanas se ha puesto de
pie y exige cambios verdaderos, solución a sus más acuciantes problemas de
salud, trabajo, educación, subsistencias, seguridad, que solo podrán resolverse
cambiando las reglas de juego impuestas por el modelo neoliberal y la
constitución fujimorista.
Y la derecha tiene miedo. Juega sus cartas y deshoja
margaritas apostando por uno u otro de sus vástagos. Abre la caverna para que
salga un López Aliaga; con Lescano ensaya una careta centrista para robarle
votos a la izquierda, le lava el rostro a la señora K, le insufla aire a
Forsyth; tampoco desperdicia la oportunidad de usar a esos felipillos que
ofician de candidatos y que, desde la izquierda, se han impuesto el triste
papel no de ganar las elecciones, sino impedir el triunfo de Verónika Mendoza.
Incapaz de luchar con argumentos, pisotea la democracia,
pervierte la libertad de expresión, echa mano a la guerra sucia, se arrastra en
el lodo, cuenta con el servicio de plumíferos a sueldo, coloca detrás de
cámaras y micrófonos a profesionales de la vileza, cuyas “unidades de
investigación” se alimentan de los batidos preparados por los servicios de
inteligencia.
El país se va polarizando entre cambio verdadero y
continuismo neoliberal; entre democracia y autoritarismo; entre descomposición
y regeneración moral; entre bienestar y exclusión para las mayorías; entre el
pesimismo y la esperanza.
Estamos a pocas semanas del momento decisivo para abrir un
nuevo rumbo al país. A contrapelo de lo que pretenden hacernos creer los
grandes medios de comunicación y las encuestadoras truchas, Verónika avanza
victoriosa. ¡Venceremos! Con esta convicción continuemos trabajando con firmeza
y optimismo; desde todos los rincones de la patria sumémonos a la corriente del
cambio verdadero.
¡Otro país es posible, juntos podemos lograrlo!
Por Manuel Guerra
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