José Salardi, Fanny Montellanos y Leslie Urteaga han jurado como
nuevos titulares de estas carteras, en reemplazo de José Arista, Ángela
Hernández Cajo y Julio Demartini, respectivamente. Sin embargo, más allá de los
nombres y las ceremonias, la gran pregunta es: ¿estos cambios representan una
verdadera transformación en la gestión gubernamental o solo un intento de
aplacar la creciente desconfianza ciudadana?
El caso de Julio Demartini es especialmente llamativo. Su salida
del Ministerio de Desarrollo e Inclusión Social (Midis) se da en medio de
investigaciones por presunta obstrucción a la justicia en el caso Qali Warma y
la difusión de audios que insinúan un atentado en su contra. Su despedida
estuvo marcada por un discurso en el que reivindicó su lucha contra la
corrupción, pero que también dejó entrever las tensiones internas del gobierno.
Por otro lado, el nombramiento de José Salardi en el Ministerio de
Economía y Finanzas llega en un momento crítico para el país, con una economía
golpeada por la desaceleración y la falta de confianza del sector empresarial.
Su experiencia será puesta a prueba en un contexto donde las expectativas de
reactivación son altas, pero los resultados han sido escasos.
En el Ministerio de la Mujer y Poblaciones Vulnerables, Fanny
Montellanos asume un reto importante en una cartera que requiere medidas
urgentes para atender la crisis de violencia de género y la protección de los
sectores más vulnerables de la sociedad. Su designación es una oportunidad para
reforzar las políticas públicas en estas áreas, aunque el escepticismo sobre
los cambios en el Ejecutivo persiste.
Las modificaciones en el gabinete han sido vistas por algunos
sectores como insuficientes. Voces críticas, como la del exministro Alejandro
Salas y el decano del Colegio de Abogados de Lima, Raúl Canelo, han señalado la
necesidad de remover a otros ministros, como el titular del Interior, Juan José
Santiváñez, y el de Justicia, Eduardo Arana, este último investigado por
presunto tráfico de influencias en el caso "Los Cuellos Blancos del Puerto".
Mientras tanto, la presidenta Boluarte intenta recomponer la imagen
de su gobierno en medio de un desgaste evidente. Si bien los cambios en el
gabinete pueden interpretarse como un esfuerzo por darle un nuevo aire a su
gestión, la verdadera prueba será demostrar que estas modificaciones no son
sólo cosméticas, sino que traerán resultados concretos para el país.
La política es movimiento, pero no todo cambio garantiza una
mejora. La ciudadanía sigue esperando más que nombres nuevos en el gabinete:
espera decisiones firmes, estrategias efectivas y una verdadera voluntad de transformación.
El ajedrez político continúa, pero la paciencia del pueblo tiene límites.
Por: CIP Ramírez Huerta
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